Empecemos recordando que la “innovación” en general consiste en producir cambios de una novedad significativa y con un impacto de valor. Partiendo de esa definición, lo que hace singular a la innovación pública es el tipo de valor que genera, y que llamamos “valor público”. |
Innovación Pública: Crear “valor público” haciendo las cosas de un modo (significativamente) diferente.
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En esa definición se combinan tres elementos:
Un ejemplo son aquellas mejoras de los servicios públicos que buscan aumentar el valor percibido por la ciudadanía al tiempo que reducen o eliminan todo aquello que sobra, que genera ineficiencias o ralentiza innecesariamente la provisión del servicio.
Para que el “valor público” se concrete, deberían darse algunas de estas condiciones:
Una respuesta adecuada a una necesidad o problema relevante para la ciudadanía. |
Una creación de nuevas oportunidades vitales actuales o futuras. |
Un aporte sustancial a la construcción de comunidad, ciudadanía, equidad o capital social. |
La percepción del valor público como señal de éxito de una innovación puede volverse un asunto complicado. En la empresa privada parece más sencillo: las cosas van bien si el cliente compra y paga. Esa es una prueba suficiente, en principio, de que percibe un valor. En el ámbito público se mide esto a través de mecanismos de participación ciudadana, como las encuestas o las propias votaciones, pero esto no siempre es un criterio definitivo.
El impacto de una política pública a menudo no se puede medir en toda su complejidad a través de consultas populares (que sería el equivalente a la facturación de la empresa privada), bien porque exige indicadores y evidencias más sofisticadas, o bien porque el tiempo para que se perciba el valor público aportado es a más largo plazo.
Introducir una novedad significativa
Que genere un valor percibido y genuino.
Para el bien público.